La huella antisemita en Mallorca

El antixuetismo en Mallorca, una forma más de antisemitismo, sigue latente. Lo demuestran dos artículos publicados esta semana en el medio «Última hora», en coincidencia con un nuevo aniversario de la Cremadissa en 1691.

Escrito por Laura Miró Bonín

Desde hace años y con distintos gobiernos baleares, en la semana del 6 de mayo, Palma de Mallorca recuerda a las 37 víctimas de los Autos de Fe celebrados entre el 1 y 6 de mayo, y el 2 de julio de 1691. La hoguera fue el destino de treinta y siete  personas por su comportamiento pertinaz en el mantenimiento de la religión judía en la intimidad. Especialmente simbólicos en el recuerdo han quedado tres de ellos, quemados vivos por la Inquisición: los hermanos Caterina y Rafel Tarongí, así como Rafel Valls. Las otras 34 fueron quemadas después de pasar por el garrote.

Cabe tener en cuenta que en Mallorca, de manera excepcional, a los descendientes de judíos conversos –algunos de ellos criptojudíos– se les conocía como chuetas. El oprobio contra estos no paró en la hoguera de 1691, hubo intereses por parte de los poderes civiles y eclesiásticos para perpetuar la memoria de estos actos: en el mismo año, el jesuita Francisco Garau publicó La Fe Triunfante, una obra en la que se describe de manera minuciosa la crueldad de los actos, se justifica la matanza y se perpetúan los apellidos de aquellos que habían sido víctimas de la Inquisición. 

El «apartheid» chueta

A partir de entonces no se viven grandes matanzas de chuetas, pero se implanta un régimen de apartheid, de exclusión y de estigma que ni siquiera las leyes que promulgó Carlos III a finales del siglo XVIII pudieron vencer. Algunos de los elementos más paradigmáticos que demuestran esta realidad son la persistencia de la endogamia y de la tendencia al gueto, el veto gremial para poder ejercer cualquier oficio o la imposibilidad de recibir formación en los centros de enseñanza junto al resto de mallorquines hasta bien entrado el siglo XIX. 

Esta cruel historia tuvo sus reminiscencias en el siglo XX y parece que algunos todavía quieren prolongarlos hasta el XXI, cuando no reescribir la historia o hacer una lectura parcial, igualmente peligrosa. Es el caso del artículo publicado el viernes 9 de mayo por Miquel Serra en el medio Última Hora, con un título que prometía («Responsables«), pero así como avanza la lectura se observa que el autor quiere expiar sus posibles pecados y trasladarlos a los chuetas. La técnica que usa en el primer párrafo es tan típica como censurable: cita a todos sus amigos chuetas para argumentar que, a pesar del contenido de su escrito, él no es antisemita o antichueta. 

A continuación, siguiendo con esa expiación de los pecados, Miquel Serra se muestra ofendido porque, cuando se recuerda a los chuetas, se incide en la responsabilidad de generaciones y generaciones de mallorquines que perpetuaron el estigmaEl periodista se muestra harto de que los mallorquines año tras año pidan perdón, parece que no le agrada que se haga memoria histórica con los chuetas, niega que todos los mallorquines fueran responsable de ello y echa las culpas al autor de la obra La Fe Triunfante

Responsabilidad colectiva

Para desmontar este argumento basta conocer que Francisco Garau vivió hasta el siglo XVIII, pero el antichuetismo se ha perpetuado hasta fechas cercanas o -quién sabe si- hasta la actualidad. Al mismo tiempo, Serra induce a responsabilizar exclusivamente a la Iglesia, pero cabría recordarle que cuando Carlos III proclamó leyes favorables a la inclusión social de los chuetas se mostraron en desacuerdo la Iglesia, un grupo de aristócratas, el Ayuntamiento, la Universidad y los gremios. Yendo más lejos, si toda esta infamia quedó en Garau, ¿cómo se explica que aún vivan chuetas que recuerdan palizas, denigraciones y ofensas por parte de sus compañeros de clase con razón exclusiva de sus apellidos?

El argumento de que esto hace mucho tiempo que pasó y que ya no es necesario rememorarlo también es muy fácil de desmontar. ¿Por qué en Mallorca no se discute que se hable de otros episodios históricos? Nada de esto es nuevo, a finales del siglo XIX ya no era políticamente correcto ser antichueta y, de hecho, en diferentes artículos periodísticos de esa época ya se decía que el olvido era el mejor de los remedios para la intolerancia y, además, atribuían esta actitud a fechas remotas, nada que ver con su actualidad. 

Miquel Serra invita a los chuetas a no victimizarnos, niega que, desde el 7 de octubre de 2023, haya aumentado el antisemitismo. Seguramente no es capaz de ver que la alusión tergiversada que hace del conflicto de Oriente Medio, tras quitarle importancia al antichuetismo vivido durante siglos en Mallorca, no es sino una muestra más de este antisemitismo que resurge.

 La lacra antisemita

Por si no fuera suficiente, al día siguiente, su compañero de periódico, Francisco González Paredes volvió a pasar cuentas con los chuetas por el conflicto entre Israel y Hamás con un artículo titulado «Palestina y el silencio de los buenos«, también en «Última Hora» . En este caso, como es tradición, González juega a los judíos/chuetas buenos y malos: «¿Dónde están los judíos del mundo con conciencia? ¿Dónde, incluso, los xuetes mallorquines de buena voluntad?», se pregunta. Seguramente, no sea la xueta de buena voluntad que espera González Paredes, pero no me voy a cansar de denunciar la lacra antisemita que históricamente ha sufrido Mallorca y que parece que algunos están empeñados en mantener▪

*Laura Miró Bonnín es doctora en Historia por la Universitat de les Illes Balears

Fuente: https://enfoquejudio.es/la-huella-antisemita-en-mallorca/