En una exposición presentada en la Universidad Complutense de Madrid, una alumna afirmó que “casi todas las marcas que consumimos apoyan el sionismo y contribuyen a que el mundo vaya a peor”, y llegó a decir que “cualquier cosa negativa que ocurra en el mundo” es culpa del sionismo. El discurso, acompañado de un cartel de boicot, repite viejos clichés conspirativos que señalan a un colectivo como fuerza oculta y omnipresente. No es análisis crítico: es la actualización de un prejuicio que convierte una ideología en chivo expiatorio universal.