Reflexiones dos años después del 7 de octubre
por Daniel Querub
Han pasado dos años desde uno de los días más trágicos de la historia moderna de Israel y, sin duda, uno de los más oscuros para el pueblo judío desde el Holocausto. El 7 de octubre de 2023, el grupo terrorista Hamás cruzó la frontera de Gaza con un único propósito: matar, violar, torturar, secuestrar y destruir a cuantos judíos fuera posible, sin distinción de edad, sexo, religión o nacionalidad. No fue un enfrentamiento militar. Fue una masacre planificada con saña, un intento de genocidio retransmitido en directo ante los ojos del mundo.
Más de 3.800 combatientes de las fuerzas Nukhba de Hamás, apoyados por unos 2.000 infiltrados civiles, irrumpieron en Israel en la madrugada de ese sábado, día sagrado y festivo a la vez para los judíos, al ser Shabat y Simja Torá. Asaltaron 22 comunidades israelíes, incluyendo los kibutzim de Be’eri, Kfar Aza y Nir Oz, además de atacar el festival de música por la paz Nova, donde 364 jóvenes fueron asesinados y decenas secuestrados. En total, 1.195 personas fueron asesinadas, entre ellas bebés, niños, ancianos y familias enteras.
Los terroristas violaron mujeres y niñas, decapitaron bebés, quemaron vivas a familias dentro de sus casas, torturaron cuerpos mutilados y se grabaron celebrándolo. 251 personas fueron secuestradas y llevadas a Gaza.
Estas atrocidades están documentadas en vídeos, autopsias y testimonios de supervivientes, así como en informes del Ejército israelí y organizaciones internacionales.
Israel, que en ese momento estaba centrado en los Acuerdos de Abraham —habiendo firmado la paz con Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán, y en negociaciones avanzadas con Arabia Saudí—, se vio golpeado por el peor ataque terrorista de su historia moderna.
El silencio moral de Occidente
Una buena parte de Occidente tardó muy poco en olvidar. Apenas semanas después del ataque, cuando Israel comenzó a responder militarmente contra Hamás —una organización que usa hospitales, escuelas y mezquitas como escudos humanos—, comenzaron a escucharse nuevamente los cánticos antisemitas disfrazados de activismo político.
El mismo mundo que vio cómo niños judíos eran asesinados en sus camas se apresuró a acusar a Israel de genocidio, repitiendo los lemas del propio Hamás. En España, la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, proclamó públicamente el eslogan de Hamás: “Palestina será libre del río al mar.”
Una frase que, en términos literales y políticos, implica la desaparición del Estado de Israel y de todos sus habitantes —judíos, musulmanes y cristianos. Resulta espeluznante que desde un gobierno democrático se repita el lema de una organización reconocida internacionalmente como grupo terrorista por la Unión Europea, Estados Unidos y Naciones Unidas.
Ǫué es realmente un genocidio
Conviene recordar que la ONU define el genocidio (Convención de 1948) como “la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”.
Hamás ha expresado esta intención abiertamente. Su carta fundacional de 1988 llama a “aniquilar a los judíos dondequiera que se encuentren”, y sus dirigentes repiten públicamente que su objetivo es “borrar a Israel del mapa”.
En cambio, Israel —acusado falsamente de genocida— ha arriesgado la vida de más de 1.000 soldados que han muerto intentando minimizar las bajas civiles en Gaza. Ha permitido el ingreso diario de ayuda humanitaria, medicinas y combustible, y ha ofrecido reiteradamente un alto el fuego inmediato a cambio de la liberación de los rehenes. ¿Desde cuándo un país genocida actúa con tales límites éticos y humanitarios?
Historias que los medios callan
Mientras los medios internacionales repiten sin contrastar los informes de Hamás, callan las historias de las víctimas reales. Historias con nombres, rostros y familias.
La familia Bibas
En el kibutz Nir Oz, Yarden Bibas fue secuestrado junto a su esposa Shiri y sus hijos Ariel (4 años) y Kfir (G meses). Tras más de un año en cautiverio, Yarden fue liberado en 2025, pero su esposa y sus dos pequeños fueron devueltos como cadáveres. Kfir era el rehén más joven del ataque, un bebé de apenas nueve meses.
La familia Sharabi
En el kibutz Be’eri, Eli Sharabi fue capturado y llevado a Gaza. Su esposa Lian y sus hijas Noya (16 años) y Yahel (13 años) fueron asesinadas brutalmente por los terroristas. Eli fue liberado dos años después, con la pesada carga de haber perdido todo.
Estas no son estadísticas. Son vidas humanas. Hay cientos de ejemplos de familias destrozadas por este ataque, y sin embargo, la mayoría de los medios internacionales han preferido pasarlas por alto.
Doble moral global
Según el informe World Watch List 2024, existen 365 millones de cristianos sometidos a altos niveles de persecución y discriminación, casi un 10% más que hace dos años. Solo en 2023, 4.998 cristianos fueron asesinados por su fe, el 90% en Nigeria. ¿Dónde está la ONU y sus resoluciones? ¿Dónde están los gobiernos occidentales, las sanciones, las marchas, las portadas? ¿Por qué interesan más unos muertos que otros? ¿Por qué la indignación mundial se activa solo cuando el agresor es Israel?
El silencio de la Cruz Roja
Sabemos por los rehenes liberados, por las imágenes recibidas del propio Hamás y por los testimonios filtrados, que los secuestrados han sido torturados, vejados y privados de alimento y agua. Y sin embargo, en dos años, la Cruz Roja Internacional no ha visitado a ninguno, ni ha emitido un llamado firme por su liberación. ¿Dónde ha quedado la neutralidad humanitaria? ¿Dónde está la voz de las instituciones creadas para proteger la vida?
El silencio que nos hace cómplices
No hay mayor crueldad que la indiferencia. El silencio ante el dolor nos convierte en cómplices. Cuando el mundo calla frente al terror, el terror se fortalece. Y eso es exactamente lo que Hamás busca: acostumbrarnos a la barbarie, normalizar el horror, hasta que la compasión parezca debilidad y la verdad se vuelva relativa.
Israel no lucha solo por sí mismo
Israel no libra únicamente una guerra por su supervivencia. Lucha por los valores que sostienen a todas las sociedades libres: la dignidad humana, la libertad de culto y el derecho a existir. Cada túnel de Hamás destruido es una defensa de esos valores. Cada rehén liberado, una victoria de la humanidad sobre la barbarie. Y cada vez que Israel resiste la desinformación global, demuestra que la verdad todavía importa. Defender a Israel no es una posición política. Es una posición moral.
Despierta, mundo
En Yom Kipur, el Día del Perdón en el judaísmo, el pueblo judío reza: “Ma leja nirdam — Despierta, ¿por qué duermes?”
Este año, ese rezo no es solo espiritual: es una llamada urgente al mundo. Despierta, porque el terrorismo no se detiene en las fronteras de Israel. Despierta, porque la verdad no puede seguir secuestrada por la propaganda. Despierta, porque el silencio ante el mal no es neutralidad: es complicidad.
El 7 de octubre marcó un antes y un después. Si el mundo libre no despierta, el terrorismo islamista seguirá expandiéndose, secuestrando pueblos y valores.
Ǫue el recuerdo de las víctimas —de los bebés, las familias y los rehenes— nos obligue a no callar. Porque el verdadero perdón solo nace después de la verdad. Y la verdad, hoy, exige despertar.
Despertar también significa elegir la vida. Y esa es, al fin y al cabo, la mayor victoria contra el terror.
