Enfoque Judío | La Casina del Fontán: memoria, derechos y dignidad

La sugerida revisión del acuerdo que permitió a la Comunidad Judía de Oviedo disponer de un espacio con funciones religiosas, históricas y culturales, supone un precedente en España que podría devolvernos a un pasado obscuro marcado por la segregación y confinamiento de los judíos en el barrio de Socastiello.

Autor: José Antonio Álvarez Riego

Hace apenas unas semanas, el concejal socialista del Ayuntamiento de Oviedo, don Jorge García Monsalve, realizó unas declaraciones en la prensa nacional en relación con la Comunidad Judía del Principado de Asturias, la Kehilá Beit Emunáh. En esencia, el edil rechazaba unas opiniones personales vertidas por la presidenta de dicha comunidad sobre la situación en Gaza.

En el marco de esta discrepancia, se ha introducido de forma tangencial la revisión del acuerdo que permitió a la Comunidad Judía disponer de un espacio en el centro de Oviedo con funciones religiosas, históricas y culturales: la Sinagoga del Fontán, conocida como La Casina. De sus palabras se desprende que no descarta privar a los judíos de Asturias de su lugar de culto. Una sombra que, inevitablemente, remite al eco de 1492, cuando la Pragmática de la Alhambra decretó la expulsión de los judíos de España.

La guerra —toda guerra— es una tragedia que acompaña a la humanidad desde sus orígenes. Clausewitz la definió en 1832 como «la continuación de la política por otros medios». Por ello, en las circunstancias actuales, hacemos votos por la superación de esta circunstancia actual.



En España la política, y los derechos fundamentales de los españoles, los consagra la Constitución de 1978: la libertad ideológica (art. 16), la libertad de expresión (art. 20), la igualdad ante la ley (art. 14) y la libertad religiosa (art. 16). Retirar a la Kehilá su espacio por lo que opine uno de sus miembros significa una pérdida de las citadas garantías constitucionales.

No existe en España, por discrepancias de opinión, un precedente semejante contra una sinagoga, iglesia o mezquita. El gobierno de la nación ha sido taxativo con la libertad religiosa (Murcia, agosto 2025).

La cesión de un espacio propio para la Kehilá ovetense en 1999 constituyó una reparación simbólica a las expropiaciones judías a lo largo de los siglos. Es, en esencia, un lugar de encuentro y reconciliación, superador de injusticias históricas (Concilio de Coyanza, 1050; ordenanzas del rey Sancho, 1286). No cabe regresar a un pasado obscuro, marcado por la segregación y confinamiento de los judíos en el barrio de Socastiello (Ordenanzas de Oviedo, 1274).

Recurrir a la complejidad administrativa no resulta convincente. La historia nos ha dejado demasiados ejemplos de cómo decisiones aparentemente menores sobre espacios de culto derivaron en persecuciones abiertas, especialmente en la Europa de los años treinta. Ya lo dice un viejo poema (Niemöller,1946). Primero se marginó a la cultura judía ovetense —con su salida de facto de la Red de Juderías de España-Caminos de Sefarad—; ahora la mira apunta a su sinagoga (7 de agosto de 2025).



No podríamos imaginar una posición semejante por una crítica católica contra la persecución de cristianos en Siria —ocho mil asesinados en 2025—, los encarcelamientos en Irán o las masacres islamistas en África: Congo, Nigeria o Mozambique. No parece plausible. Un silencio que acusa.

Todos los pueblos tienen sus vínculos. Lo sabemos bien los españoles dispersos, especialmente en las tierras de Hispanoamérica —también sus judíos sefardíes o asquenazíes—, una cuestión ancestral insoslayable. En el caso judío, el vínculo con Israel —su propia cuestión ancestral— no les hace menos españoles.

El gibush (vínculo) judío conforma, entre otras muchas cosas, su propia identidad a través de los siglos y las persecuciones. Hoy, el gibush, es perseguido, en cualquier lugar del planeta, en un afán de borrar «un propio ser». Si en esta tierra nuestra la gaita une a la diáspora astur, para los judíos, Hatikvá arroja una luz de esperanza desde el siglo XIX, y evoca el recuerdo infausto, entre otros, de los judíos checos en Birkenau en 1944.

Los judíos de Asturias son asturianos y españoles. También tienen su Gibush con Eretz Israel. La tradición de cada Pésaj (Pascua) lo proclama: «El año que viene en Jerusalén».



En momentos de incertidumbre internacional, amedrantar a una comunidad religiosa es un error: un atropello con tintes antisemitas.

La política, hoy más que nunca, debe orientar sus energías a resolver problemas, evitar banderías innecesarias y construir un mundo mejor, libre de ofuscación.

La Kehilá ovetense ha mantenido, y mantiene, un comportamiento intachable desde su fundación. La voluntad, y el compromiso, expresados por sus miembros, son sus señas de identidad. Una implicación con la sociedad de la que forman una parte sustantiva tras veintiséis años de existencia.

Quizá convendría recuperar la vieja enseñanza judía del Tikún Olamreparar el mundo. Esa es nuestra Hatikvá, un desafío colectivo imprescindible ▪

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José Antonio Álvarez-Riesgo es presidente de la Asociación Asturiana de Amigos de Israel

Fuente: https://enfoquejudio.es